viernes, 30 de junio de 2017

Caminos de ida y vuelta

En estos días se cumplen cuatro años que me puse en camino por primera vez en esta maravillosa aventura de volar, construir, aprender y compartir  los sueños de aquella niña a la que, de pequeña, le gustaba imaginar que un día viajaría a zonas lejanas y conocería otras personas con las que aprender y establecer lazos humanos más allá de las fronteras, las razas, las lenguas y los credos.  
Muchos me habéis seguido y sabéis que mis voluntariados en los Andes, El Congo, y Filipinas han sido siempre una fuente de riqueza personal que he querido compartir con vosotros. De nuevo preparo mi equipaje y pongo en él todos aquellos ingredientes con los que empecé, pero hay uno de ellos que es la ilusión que cada vez ocupa más espacio; también la gratitud por todo lo que he recibido hasta ahora; no sólo en mis caminos de ida sino también en los de vuelta. 
En  mis anteriores viajes he comprobado que la vuelta al hogar y a España no es más que la continuación de este maravilloso viaje que supone el voluntariado. En cada regreso a casa,  la mirada no deja de  volver atrás, ver los rostros y recordar las historias que se quedaron allí. Y nos toca devolver todo lo que recibimos, ser la voz de las mujeres y los niños que nos confiaron sus historias y sus anhelos. Por ellos hay que trabajar desde aquí, para que sus vidas sean mejores, para visibilizarlos y para darles voz y conseguir que recuperen la suya y puedan alzarla para tener su lugar en este mundo. A todos los que os he contado esas historias de las que fui testigo os digo que vuestros granos de arena siguen levantando montañas y que nada, absolutamente nada de lo que hacemos aquí, se pierde; que se hace camino al andar y que todos los caminos de ida tienen otro correspondiente de vuelta y en todos ellos las manos van llenas, abiertas y extendidas. 
A Taller de Solidaridad gracias por darme la oportunidad una vez más de viajar de su mano hacia ese  encuentro al que me dirijo, ante todo con ilusión y entusiasmo, pero también con ganas, inquietudes, certezas, dudas, miedos y alegrías. 
Gracias a los míos: a mis padres y a mis hijos por comprender mis ansias de volar y no recortar mis alas, y a todos y cada uno de mis amigos (los de siempre y los que tengo la fortuna de encontrar día a día en mi camino) que sois mi norte, mi sur, mi este y oeste, el apoyo y la luz que hace que mis caminos merezcan la pena, que lleve conmigo el brillo de quien no transita solo.
Aquí empieza un nuevo periplo por la vida, os llevaré de la mano con mis palabras y os enseñaré a través de ellas lo que mis ojos y mi corazón vayan encontrando. Una vez más GRACIAS.
Y también me permito dejaros un poema de Eduardo Galeano que una buena persona me regaló un día.

“De nuestros miedos”

De nuestros miedos
nacen nuestros corajes
y en nuestras dudas
viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian
otra realidad posible

y los delirios otra razón.
En los extravíos
nos esperan hallazgos,
porque es preciso perderse
para volver a encontrarse.


El alma de la Misión