En mi anterior entrada os conté cómo es el internado pero apenas hablé de quién vive aquí y cómo funciona todo. Quería reservarlo para hablaros sólo de ellas: de las personas con las que me he encontrado, las monjas, los profesores, los trabajadores, las monitoras,...pero sobre todo de ellas: las niñas.


Institución Escolar Fe y Alegría 62 “San José”; este es el
nombre
completo del lugar: un centro de primaria y secundaria, mixto (aunque el número de niñas es muy superior al de niños). Más de quinientos alumnos estudian en él, de los que 430 están en régimen de internado. Algunos niños vienen de muy cerca: del pueblo al otro lado del río y de alguna comunidad tan cercana que permite a las niñas caminar cada día para recibir aquí sus clases. Pero la mayoría son de lejos, tan lejos que a veces tienen días de camino combinando distintos medios: carro (coches que se dedican al transporte de viajeros), colectivos (algo parecido a furgonetas), canoas, y senderos a pie por caminos apenas señalados y en los que a veces tienen que hacer noche en pequeños refugios de hojas que sus propios padres preparan. No suele viajar una niña sola, procuran siempre ir al menos dos y también hay otros padres que vienen a por ellas para que no hagan ese largo recorrido solas.
Cuando los primeros días Diana y yo intentábamos explicarles dónde está España, le decíamos que veníamos de muy lejos, en un viaje en avión que duraba caso doce horas para llegar a Lima, y que luego cogíamos otro avión, un bus, un colectivo,...o sea, que pasábamos mas de dos días de viaje, nuestra ignorancia de la realidad nos impedía darnos cuenta que no entendían nada de lo que le contábamos. Ellas tardan el mismo tiempo en llegar a sus comunidades y nunca han hecho otro tipo de viaje, y algunas nunca han visto un mapa mundi, por tanto no tienen referencias ni pueden hacerse una idea de lo que estábamos intentando hacerles comprender. Y nosotras también aprendimos.
Pues bien, las traen a este lugar porque el internado tiene buena fama o porque los padres son antiguos alumnos y quieren esta educación para sus hijas. También porque es un centro para pobres y además garantiza una enseñanza bilingüe en castellano y awaruna o awuajún, que es el idioma de la mayoría de los indígenas de esta región.
completo del lugar: un centro de primaria y secundaria, mixto (aunque el número de niñas es muy superior al de niños). Más de quinientos alumnos estudian en él, de los que 430 están en régimen de internado. Algunos niños vienen de muy cerca: del pueblo al otro lado del río y de alguna comunidad tan cercana que permite a las niñas caminar cada día para recibir aquí sus clases. Pero la mayoría son de lejos, tan lejos que a veces tienen días de camino combinando distintos medios: carro (coches que se dedican al transporte de viajeros), colectivos (algo parecido a furgonetas), canoas, y senderos a pie por caminos apenas señalados y en los que a veces tienen que hacer noche en pequeños refugios de hojas que sus propios padres preparan. No suele viajar una niña sola, procuran siempre ir al menos dos y también hay otros padres que vienen a por ellas para que no hagan ese largo recorrido solas.
Cuando los primeros días Diana y yo intentábamos explicarles dónde está España, le decíamos que veníamos de muy lejos, en un viaje en avión que duraba caso doce horas para llegar a Lima, y que luego cogíamos otro avión, un bus, un colectivo,...o sea, que pasábamos mas de dos días de viaje, nuestra ignorancia de la realidad nos impedía darnos cuenta que no entendían nada de lo que le contábamos. Ellas tardan el mismo tiempo en llegar a sus comunidades y nunca han hecho otro tipo de viaje, y algunas nunca han visto un mapa mundi, por tanto no tienen referencias ni pueden hacerse una idea de lo que estábamos intentando hacerles comprender. Y nosotras también aprendimos.
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| Teresa |
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| Asunta |
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| Elvira |
Teresa, la gallega de Cedeira, de conversación inteligente y agudo sentido del humor, enfermera de profesión y vocación que hace ya casi cuarenta años dejó su ciudad natal, su situación en una familia numerosa acomodada y su casa frente al mar para adentrarse en estas tierras y dedicar gran parte de la vida a estas gentes.
Asumpta, leonesa y la que más años lleva aquí. Camina y habla con una cadencia lenta pero sin detenerse nunca: en todas partes está y a todas las niñas llama por su nombre, conoce a sus familias, sus hermanitos, el lugar en el que viven, su situación, sus dificultades...todo lo sabe y todos la conocen. Sabe mil y una historias sobre la misión porque forma parte de su historia: recuerda cada crecida del río, cada niña, cada familia, cada nacimiento y muerte.
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| Aurora |
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| Rogelia |
Excepto a la hora de dormir, en todo momento se escucha, como ya os decía el otro día, el rumor de voces de niñas, en una actividad que no cesa, perfectamente organizada como una coreografía aprendida que ya apenas necesita de un director para funcionar.

Hace mucho que estas niñas aprendieron todas las tareas para que la misión sea el lugar paradisíaco que es hoy en día. Y cada mañana, después del desayuno, cuando apenas ha amanecido, se distribuyen en grupos, llenándolo todo con la laboriosidad de las hormiguitas pero acompañado de risas y guiños que demuestran que el trabajo es para ellas también un momento de relación y de aprendizaje. En todos los grupos hay niñas mayores y más pequeñas, de modo que todo parece funcionar solo. Las más jóvenes aprenden de las más antiguas y ellas, a su vez, serán las maestras de la siguiente generación de escolares.![]() |
| Machetes |
También hay cuyes, que son unas cobayas muy valoradas en la gastronomía del Perú. Para ellos recogen el pasto que necesitan cada día y les dan de comer y cuidan sus jaulas.
Los patos también tienen su casita y aunque a los que somos más urbanos nos sorprende, ni ellos ni las gallinas necesitan que nadie les diga que ha llegado la hora de recogerse, ni les indique el camino de sus respectivos refugios y, una vez dentro, se cierran las puertas hasta el día siguiente en que las niñas las abren y salen como los toros en San Fermín, ávidos en busca de insectos, granos, sol y libertad. El estanque es artificial pero alimentado con regatos de agua naturales, de manera que ellas limpian también la entrada porque aquí la vegetación crece sin ningún control.
Cualquier semilla autóctona, arrojada o tirada al suelo, da lugar a una planta. La lluvia de la que hablé el otro día, alternada con un sol fuerte, hace que todo crezca, de modo que, cuando limpian, arrancan de raíz todas aquellas plantas útiles y las llevan a otras partes de la misión para replantarlas de nuevo; aprenden así lo importante de la reforestación y el aprovechamiento de cualquier recurso.
Una de las cosas que más sorprende al principio es verlas con un gran machete en las manos. Desde pequeños aprenden a manejar grandes cuchillos y en seguida tienes sus propios machetes. Con ellos podan los árboles, cortan la hierba, recogen frutos,...con una maestría y un dominio que impresiona
Las niñas también aprenden a tejer y es curioso verlas por todas partes, con sus agujas y lanas de colores llamativos, hacen "chompas", que son rebecas de lana, bolsos,...y disfrutan con la relajación que da este trabajo, tanto que a veces en clase, cuando acaban sus tareas, cogen sus agujas y su lana y se ponen a tejer, sin necesidad de mirar la labor, charlando con sus compañeras o atendiendo la explicación de algún ejercicio.
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Cuando acaban su quinto curso de secundaria están perfectamente capacitadas para seguir adelante con sus estudios; como su situación económica no es buena (no podemos olvidar que este es un internado para niñas pobres), las que quieren estudiar se van a Jaén o a Chiclayo y allí trabajan en lo que pueden para mantenerse. Me ha sorprendido que el indígena awajún da mucha importancia a la educación, por encima de la seguridad y no es raro ver niñas de comunidades lejanas viviendo solas en poblaciones como Nieva o las que he mencionado antes expuestas a ciertos riesgos.
Si no estudian, suelen formar pareja pronto y los años pasados en este lugar las capacitan para llevar adelante una familia, que al cabo de pocos años, suele ser muy numerosa. Y, en muchas ocasiones, las responsabilidades y el trabajo que genera esta familia, acaba con los sueños que habían ido forjando en los años de internadoConvivir y pasear por el internado es un regalo para los sentidos y las emociones: si al principio de llegar nosotras se mostraban tímidas, al pasar los días y habituarse a vernos a Diana y a mí, se nos presentan tal y como son: alegres, curiosas, educadas y muy muy cariñosas.
Como saben que todo nos sorprende, nos traen gusanos cuando los encuentran, insectos, escarabajos, frutas que cogen en la misión y que son comestibles, semillas que usan para pintar su rostro,...y se ríen con nosotras, como si fuéramos nosotras las niñas y ellas las adultas. Y en cierto modo es así, porque aquí
ellas son nuestras maestras y a nosotras nos encanta todo lo que nos enseñan.
Las reticencias del principio dieron paso a un despliegue de abrazos,besos que te recargan por dentro y te hacen sentir afortunada por haber llegado a este paraíso y ser, no sólo admitidas, sino también integradas en su vida.Estar aquí es tener la suerte de poder revivir mi pasada infancia y recordar aquel tiempo en que éramos tan pobres que no teníamos juguetes y teníamos que jugar en la calle con los amigos. Era tan pobre que, al acostarme, cuando no tenía sueño, ni artilugios electrónicos, leía e imaginaba las historias que me hicieron un día dejar de mira el espejo y pasar al otro lado.
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